Infieles de corazón
- alizet18
- 27 sept 2022
- 5 Min. de lectura
Hace muchos años, tuve la oportunidad de hacer muchos viajes misioneros acompañando a mi pastor a diversas comunidades de la República, al mismo tiempo que aprovechaba para aprender a conducir en un “poderoso vw pointer modelo 2007” al que de cariño le llamábamos el apostomóvil, porque era el auto del pastor de la iglesia.
Recuerdo el sin fin de ocasiones que llegué a comentarle a mi Pastor sobre la necesidad de adquirir un auto nuevo, más grande y con mejor equipamiento para hacer de los viajes algo más cómodo. Sin embargo, siempre recibía la misma respuesta: “Estoy feliz y a gusto con mi auto hijo, mi carrito me lleva a todos lados, consume poca gasolina y nunca me ha dejado”, en otras palabras, mi pastor confiaba totalmente en el pequeño auto por su fiabilidad.
Hoy en día, es difícil encontrar cosas fiables, ya no se confía en personas (se casan y se divorcian, ya no existe algo como el trato de palabra, los jugadores de futbol ya no son fieles a sus colores), ni en cosas (ya pensamos mucho en que comprar, existen marcas con mala reputación), nuestra sociedad se ha poco fiable sin darnos cuenta.

Esta generación está en contra de hacer compromisos fuertes, no es como antes que se trataba de hacer para todos compromisos reales, todo ha cambiado en la vida y el mundo. Y aunque todo cambia, porque es normal, siempre es importante mantenernos con un ancla, algo que no se mueva y se mantenga por siempre, para nosotros: esa ancla es Dios.
Los expertos dicen que aquellos que logran el éxito son los que pueden adaptarse a los cambios, sin embargo, irónicamente para manejar todos esos cambios que no se pueden evitar tenemos estar anclados en algo que no se mueva y no cambie (como marineros en barcos, cambia la marea, pero no la nave a menos que se averíe) y nosotros necesitamos anclarnos a Dios, solo con Él podremos adaptarnos y salir adelante.
Malaquías 3:6 Reina-Valera 1960
6 Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.
La inmutabilidad de Dios significa que Él no cambia sus cualidades, calificativos y promesas que nos ha hecho.
Santiago 1:17 Reina-Valera 1960
17 Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
Dios es congruente y consecuente, Dios no cambia, Él permanece fiel en todos los aspectos de su carácter. Todos tenemos momentos de duda sobre la fidelidad de Dios (“no me oye, no me cura, no me quiere, no le importo, no me ve, no me bendice”) porque pensamos que Dios es como todo lo que nos rodea. Tememos que Dios ha perdido atributos por que se ha hecho viejo por los siglos que han pasado.
Pero yo Jehová no cambio… (Dice en Malaquías).
Curiosamente, aunque algunos son felices de saber que Dios no cambia, hay otros que desean que Dios cambie, que se vuelva ligero, laxo, suavecito, como un padre que se ha vuelto abuelo. Confundimos gracia con libertinaje. Aunque nos modernicemos Dios sigue siendo firme, no cambia sus reglas, en cuanto lo que a Él no le gusta (pecado).
Él mismo Dios que no cambia sus leyes, tampoco cambia su gracia y su pronto auxilio, así que es extraño no correr a sus pies a para ser perdonados y justificados.
Sí, Dios ¡no miente!
Yo ya no tengo ansiedad de lo que ocurrirá ni mañana ni en la muerte porque Dios dijo:
Lamentaciones 3:22-23 Reina-Valera 1960
22 Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.
23 Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
Juan 6:47 Reina-Valera 1960
47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.
Mi seguridad está viva por que descansa en alguien que no cambia sus promesas, por eso al cantar “Tu fidelidad es grande , puedo hacerlo con convicción fuerte” por que al paso de los años he visto cumplidas las promesas de Dios en mi vida (antes ni lo entendía y hasta vergüenza me daba cuando mi Pastor la cantaba por todos lados).
Por que somos a imagen de Dios, Él espera que heredemos el carácter de fidelidad.
De un pastor escuché la historia de tres hombres con su yate
El primero sube al yate sin desamarrarlo y así disfruta su día.
El segundo suelta el yate, pero no incursiona mar adentro por el temor y ahí apenas en la bahía, disfruta de su día.
El tercero llega con la intensión de hacer de su día una gran aventura, suelta el yate, enciende el motor y directo va mar adentro, siente el golpe de las olas y el viento mover las velas y ahí disfruta de su día.
El siguiente fin de semana los tres dirán lo mismo: “salí a navegar”.
Esta es una analogía de la vida cristiana:
El primero representa a aquel que se compromete con Dios, pero que nunca tiene intención de abandonar el muelle, la autonomía y la independencia, no sirve de nada intentar cambiarlos. No son malos, solo les gusta simular ser cristianos, a veces van a la iglesia, a veces ofrendan, a veces ven una predicación en internet, siempre se mantienen conectados, son casi cristianos, para cristiano le falta para mundano le sobra, saben demasiado de lo que pasa en una iglesia para considerarlos inconversos, pero no lo suficiente para considerarlos cristianos comprometidos.
El segundo hace un compromiso un poco más profundo, siguiendo con la analogía de los navegantes, está dispuesto a dar una vuelta por la bahía, por el puerto de la espiritualidad, pero nunca irá más allá como para perder de vista la tierra. Nunca se aventurará en lo profundo de un compromiso con Dios.
A diferencia del primero, asiste todos los domingos a la iglesia, a veces se ofrece como voluntario de alguna tarea, está dispuesto a dar una vuelta por la bahía, pero nunca llega a mar abierto. Saben cómo son los otros botes, pero nunca sabrán lo que es una relación profunda y plena con Dios.
El tercero es el que deja atrás el muelle de la autonomía, alcanza las aguas profundas del compromiso, se aventura, no le importa las condiciones del tiempo, adora le vaya bien o le vaya mal, la opción de regresar al muelles no está en su mente, le da vergüenza quedarse en la bahía, llegó para navegar y el tipo va a navegar y navega y se tropieza y se arriesga al mar abierto de la fe.
Esos son los que algún día cantan a todo pulmón tu fidelidad es grande.
¿Cómo vas a entender ese canto si jamás has soltado tu yate? Si siempre has dependido de lo que tienes en tu cuenta o de tu intelecto o de tus talentos.
A Dios le rompemos el corazón cuando somos infieles.
Miqueas 6:6-8 Reina-Valera 1960
6 ¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? 7 ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? 8 Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.
Si quieres ser fiel dale tu corazón y camina con Él, solo eso te pide Dios.
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